Cambios Socioculturales

La gran Lima absorbe una de las más altas proporciones de los migrantes del país, de los que abandonan su lugar de origen y hartos de la estrechez de la provincia buscan la oportunidad de un porvenir mejor. Según el censo nacional de 1981, el 41 % de su población, que representa en términos absolutos a 1'901,697 habitantes, era migrante; de los cuales el 54% provenía de la sierra. De la población inmigrante que afluyó de los 24 departamentos del país, correspondía la más alta proporción a Ancash (10.6%), Ayacucho (8.38%), Junín (8.11%) y la más baja a Madre de Dios con 0.13%. Cabe destacar que más del 10% de estos inmigrantes provenían de las otras provincias del departamento de Lima, especialmente de distritos serranos. En 1984, Lima es ciudad de forasteros. Las multitudes de origen provinciano, desbordadas en el espacio urbano, determinan profundas alteraciones en el estilo de vida de la capital y dan un nuevo rostro a la ciudad.[1]
Como consecuencia de lo ocurrido en la década de 1970, el Perú en 1984 se encuentra frente a una realidad cambiada. Un agro sin haciendas ni grandes propietarios, con prevalencia del sector asociativo y de las comunidades campesinas. Una cultura andina más consciente de sí misma, a la que una década de nacionalismo dejó el regusto de la glorificación oficial. El tránsito eufórico de un régimen dictatorial a una democracia convencional y el saldo de una atmósfera de crisis y desesperanza después del entusiasmo del primer momento. La geografía humana del país ha sufrido alteraciones sustantivas: la población nacional se ha triplicado en menos de cuatro décadas; mientras que un activo proceso de urbanización tiende a concentrar en las ciudades a más del 65% de la población total del país. El escenario en el que se juega el drama nacional, ha pasado del campo a las ciudades.
Provenientes de un medio rural en el que todavía la comunidad formaba un eje central, los nuevos habitantes urbanos han buscado nuevas formas de subsistencia en un medio que no ofrecía la infraestructura necesaria para garantizar unas mínimas condiciones de vida, trasladando muchas veces sistemas propios del medio rural al ámbito urbano. Así se va configurando una ciudad distinta, con unos ciudadanos nuevos cuya respuesta al medio es también distinta. Esto no solo propicio el sincretismo entre la cultura dominante limeña y la emergente cultura andina que llegaba del interior del país, la nueva población limeña explotó demográficamente y el estado entró en una especie de “crisis” económica.[2]




[1] MATOS MAR, José. Desborde popular y crisis del Estado: El nuevo rostro del Perú en la década de 1980. Lima, Instituto de Estudios Peruanos. 3ra edición, 1986, pp.73. 100 págs.

[2] Véase: La pobreza en el Perú: un análisis de sus causas y de las políticas para enfrentarla de Francisco Verdena.

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